Texto leído en la presentación por Jorge A Castillo

Hoy estamos esta tarde reunidos para presentar Barranco City Mon Amour, la última novela de Pedro Casusol que ha tenido a bien venir a presentarnos en nuestra plaza pública. La novela es en resumidas cuentas una suerte de recorrido de personajes en el distrito de Barranco, Lima. Estos personajes jóvenes, o en esta hermosa edad pero a la vez tensa etapa de nuestras vidas, en que dejamos de ser adolescentes y comenzamos, o nos comienzan, a madurar, a ser adultos. Esa etapa de tránsito en la que nos sentimos perdidos, contradictorios, tóxicos, autodestructivos, y a la vez nos enamoramos hasta los huesos, llenos de angustias y toda nuestra efervescencia parece contagiosa porque también es la etapa en el rock penetra en nuestros corazones y nos sentimos también parte de una comunidad de jóvenes como nosotros pues el rock es un especie de histeria colectiva. Esos son los personajes que deambulan las páginas de esta interesante novela de Pedro. Tal vez ahora los jóvenes sean distintos, ahora parece hay más esperanza, futuro y búsqueda de un comunidad mayor, pero en el tiempo en que se desarrolla esta novela, se entiende, son los jóvenes de los 2000, que salían de la dictadura fujimorista, donde la esperanza y el futuro habían muerto. Eran épocas en que se recuperaba la democracia y todavía había un sinsabor en el ambiente y comenzábamos a salir de la pesadilla que fue el fujimorismo. En ese contexto es el que se mueven estos jóvenes, pero todo, a contra mano de lo que he dicho, no es una novela politizada, en el sentido de tomar militancia o asumir una postura crítica explícita en el transcurrir del itinerario de estos jóvenes.

Por el contrario, esta novela está llena de referencias pop o la cultura popular gringa: bandas de rock, libros, películas, adaptaciones o emulaciones. Los personajes constantemente están haciendo referencia a esos gustos, están comentándolos, compartiendo o divirtiéndose a ritmo de las canciones que suenan mientras fuman marihuana, o van cineclubs a ver películas clásicas o independientes con los que van formando su educación sentimental. Hay muchas referencias al rock, ahora recuerdo a Sumo, la banda de rock argentina que marcó el under en los 80 a pesar de tener visos de ska o reggae. Las referencias son múltiples y los gustos no son precisamente de la generación musical de los 2000 sino de tiempo atrás, por eso aparecen los Stones o David Bowie, por ejemplo.

Esos jóvenes perdidos y enamorados, conflictuados, son también drogodependientes, aunque es injusto decir esto, porque en realidad las drogas funcionan aquí no necesariamente como impulso creativo o de descubridor de nuevos estados de consciencia, sino como evasión a una sociedad que no se explica. Diría que es casi una especie de rito social para el barranquino común y corriente, aunque muchas veces los barranquinos comunes y corrientes se sientan casi todos artistas. La novela es así, hay escritores o aspirantes a serlo, pintoras, etcétera. Es lógica la vida así de estos personajes que tienen esta postura tan desaforada por la vida.

Otra característica que me gustaría destacar especialmente es el género borrado o difuso o flexible que existe en la novela, o sea sí hay hombres y mujeres héteros y también homosexuales, pero a veces su inconsciente o su inseguridad los traiciona y se enamoran o se desean entre ellos y aquello genera un efecto interesante, atendible, que tal vez conecta con los jóvenes de hoy que parece más interesados en romper esas barreras de sexualidad prestablecida.

“Me gusta eso de Barranco City Mon Amour, dijo mientras bebía una cerveza. Suena como una película de Wong Kar-wai”.

Dice uno de los personajes de la novela y esa línea antes citada sirve tal vez para darnos una idea de las características de la novela, primero, por ejemplo la referencia al cine, pues más allá que haya una referencia a la película Hiroshima Mon Amour, un drama de 1959 dirigido por el francés Alan Resnais, la velocidad y tiempos de la narración están influenciados por el cine, por la sucesión de imágenes, hechos, que permiten el desarrollo de la trama de la novela. Hay una sensación de situaciones que se van sucediendo, una tras otra, y nosotros somos espectadores de ese drama. Otra característica de esa frase que ejemplifica bien la narrativa bien del libro es que hay una ausencia de juicios, no hay una evaluación moral —menos mal— ni tampoco comentarios que acompañen, condimenten la narrativa de lo sucedido. El narrador se limita a describir esos hechos sin que intervenga demasiado, ya sea para juzgar, acotar, ampliar o limitar los hechos. Esto creo que otorga una virtud a la novela, pero a la vez siento que puede producir un efecto contrario: quedarse en la mera descripción. Este efecto puede ser interesante porque otorga una amplitud de miradas o interpretaciones que serán luego juzgadas de acuerdo al lector. Esa también es una virtud de la novela pues el efecto se va construyendo a partir de las múltiples voces, de modo coral, que van narrando los hechos.

Pedro Casusol no es un novel narrador, ya ha venido trabajando constante libros de este tipo como Once Quince que narra, como una novela de suspenso o un thriller, la historia de un loco enajenado y drogadicto que asesina a sus compañeros de promoción del colegio. Divino. También ha trabajo en ensayos y crónicas en investigaciones como la de Maria Emilia Cornejo en Soy la muchacha mala de la historia que cuenta la vida y obra de esta poeta de culto de los 60 o los viajes y vuelos del poeta poeta beat Ginsberg en Visiones divinas. El trip de Allen Ginsberg en el Perú. Es entonces alguien preocupado en los modos under de enunciación, de personajes de culto, que como la novela que hoy presentamos podría ser Claudio Baschuk, una extensión de una de sus propias y eternas búsquedas.