Escrito por Jorge A Castillo

Anoche estaba sentado frente a mi computadora cuando, con cierto breve retraso, llegó a mis ojos un breve texto que explica y plantea, entre otras interesantes preguntas, ciertas premisas para entender el porqué del interés de la editorial La Balanza esté aquí con nosotros prestos a dialogar y rondar nuestras cabezas con más y más preguntas. Pero antes de entrar al fondo del asunto, y en el que además puedan participar directamente, y así olvidar el incómodo momento vertical en que ustedes escuchan mientras aquí se habla. No, la idea es que todos podamos interrumpirnos para decir y preguntar lo que se quiera. Precisamente la feria del libro promueve estos espacios de diálogo fecundo. Así, hecha esta breve acotación, paso a presentar a mis invitados sin ninguna formalidad sino más bien una suerte de breve introducción a su trabajo que nos permitirá ubicarnos y así poder romper el hielo que a veces todo inicio tiene.

Mi introducción tiene la introducción del que apela a la memoria, no menos ni más.

Luis Alberto Castillo dirige la editorial La Balanza desde hace unos años y ha producido y promovido, en su corto haber, una serie de discusiones infrecuentes en nuestro panorama literario, o tal vez sí sean frecuentes en ciertos medios especializados, pero no así en espacios libres y populares como las ferias del libro. No quiero decir que haya cierta marginalización a otros sectores más populares, puesto que yo mismo he asistido curioso al ciclo de conversatorios que realizó en su casa de Magdalena con poetas de diversa índole para entrarle de lleno a hablar de poesía contemporánea, la edición y los procesos casi físicos que la contienen, o más plenamente físicos en todo sentido pues su editorial está preocupada tanto en la forma que la contiene como en la fondo que anuncia. De esas condiciones materiales que contienen el texto se permite, casi por extensión, hablar de la crítica literaria, los medios de producción cultural, los espacios que ocupan o desechan los poetas y ha cuestionado los lugares comunes que a veces se suelen asumir a la ligera y que merece pensarse de otro modo, como estructuras que nos anteceden y cierto modo nos superan. Todo son estructuras como dice Ulises Carrión. Beto Castillo es filósofo de la Universidad Católica y es tal vez desde ahí donde podemos rastrear su interés por discutir estos temas. Ha sido miembro del colectivo de poesía Ánima Lisa y ha publicado La máquina de hacer poesía: imprenta producción y reproducción de poesía en el Perú del siglo XX (Editorial Meier Ramirez, 2019). Dirige el boletín de poesía Pesapalabra que hace unos meses, en el festival Poetas en la arena, obsequié gracias a su generosidad que hoy nos acompaña. Por el libro de ensayo que hice mención y en las exposiciones que se han hecho en la Casa de la Literatura, Beto Castillo es un profundo conocedor de los procesos imprenteros de la poesía en el siglo pasado, con esto quiero decir que conoce de tipos de impresión, tipografías, tipos de papel y toda la materialidad que un libro contiene en su recorrido histórico, además ha vinculado esto, justamente en el boletín Pesapalabra, con un interés especial por el diseño y las artes gráficas. Es, como brevemente he reseñado, una publicación que tiene un interés especial para los que nos interesa la poesía contemporánea y sus procesos circundantes.

Beto Castillo me envió un texto anoche que explica su trabajo con La Balanza y yo se lo he reenviado al grupo de wasap con poetas iqueños que tenemos por ahí y en el que nunca mandan memes divertidos. Espero lean el texto de Beto y puedan conversar sobre ello aquí.

A Valeria Román la conozco un poco más de tiempo, estudiamos en la misma universidad, aunque evidentemente yo unos años antes, en el tiempo en el que junto a unos amigos editaba la revista Mutantres, literatura mutante, en la que le publiqué por primera vez un breve poema (eso me dice ella o eso me hace creer: cosa que me llena de cariño) y que desde ahí no ha hecho otra cosa que seguir escribiendo y acumulando premios y libros cada vez más interesantes con una actitud algo indie, sobre todo dentro de una universidad pública donde es poco frecuente, y despercudiéndose de ciertos paternalismos huevones que por suerte son menos usuales. Participó en actividades políticas en la universidad y su momento culmen fue cuando comió un chaufa en carretilla con otro Castillo, nada menos que nuestro presi, en la huelga magisterial allá por los años 2017. Ha publicado, de lo que creo recordar, feelback, Matrioska y Ana C Buena, editado y reeditado por La Balanza y que hoy nos lo trae para exhibirlo y comentarlo en nuestra plaza pública. Un libro que está destinado a ser un clásico contemporáneo y que he disfrutado de su lectura. Creo notar que Valeria está interesada, tal vez ahora más evidentemente, en las relaciones que establece su poesía con la política desde una militancia extraña porque siempre se nos dice que no hay que escribir un libro que sea un panfleto y su libro es un poco eso: se apropia de ese lenguaje para subvertirlo y convertirlo en otra cosa que discute tareas hogareñas, feminismo, disidencia y creo notar una extraña histeria en su texto que no es para nada ingenuo.

Yo no escribo como un gato, soy un gato punk que advierte y no esconde sus uñas.

Será la era poscovid las que no ahora nos reúne por primera vez en Ica para conversar con todos ustedes. Cosa que agradezco enormemente.