Hace unos días comentamos brevemente El regalo de las estrellas, el último libro de Daniel Salvo, iqueño, escritor de ciencia ficción, ampliamente reconocido en conocedores del género. Le hemos hecho una entrevista para conocerlo mejor y el porqué esta tierra de caléndula produce narradores de esta estirpe.

—El género de lo fantástico, o más precisamente, la ciencia ficción pareciera que está en un auge, cada vez hay más películas, series streaming, entre otras. ¿Es una especie de revival nostágico? ¿O a qué cree que se deba?

—Por el lado de la ciencia ficción mediática (series, streaming), el auge podría ser debido a que los actuales avances tecnológicos permitan mejores efectos, y así poder filmar escenas otrora imposibles.

En el caso de la literatura, creo que el auge se debe a que hay nuevos “actores” en la literatura fantástica, que alguna vez se veía casi como privativa de los países anglosajones. Más que nostalgia, es un descubrimiento de la posibilidad de “hacer” fantasía y ciencia ficción fuera de los ámbitos clásicos.

—Pero en el caso de la literatura peruana también ¿no?  La narrativa peruana no ha sido particularmente tan productiva en ese sentido, cuantitativamente hablando por lo menos; sin embargo, ahora parece que es un género en franco crecimiento, se publican libros académicos, antologías, rescates, etcétera. ¿A qué cree se deba esta movida? ¿Hemos desplazado finalmente al género digamos de realismo social?

—Las investigaciones históricas, los “rescates” de obras fantásticas que fueron escritas practicamente desde inicios de nuestra vida republicana evidencian que sí hubo producción, pero, o bien no tuvieron mucha difusión, o no se las consideraba como pertenecientes a ese ámbito. Es el caso de Abraham Valdelomar, por ejemplo, con cuentos nítidamente fantásticos (Los ojos de Judas, Finis Desolatrix Veritae, El Hipocampo de Oro), y uno genial que anticipa temas como el de la novela El corredor de Stephen King, me refiero al cuento El círculo de la muerte, evidente anticipación de un futuro deshumanizado, en el cual la muerte de un ser humano se convierte en un espectáculo. Evidentemente, muchas voces se alzarían contra la idea de considerarlo ciencia ficción, pero para mí, es obvio.

Finis Desolatrix Veritae, ilustración de uno de los relatos más celebrados de El Conde de Lemos

No creo que se trate de una movida, sino que nos hemos liberado de prejuicios contra la literatura fantástica en todas sus manifestaciones. Es como la música, tiempo atrás no se reconocía como parte de la “música peruana” a muchas agrupaciones populares, pese a que llenaban coliseos por todo el Perú. No solo pasa en nuestro país, sino en toda Latinoamérica, ya no queda quien censure a la literatura fantástica por el mero hecho de serlo. Ni a nivel editorial ni académico.

El género de “realismo social” evidencia una búsqueda del lector peruano por respuestas, creo yo. No es que los escritores realistas “ya fueron”, sino que lo fantástico también es parte de esa búsqueda de muchos conceptos, como la identidad nacional, bastante abstractos por cierto. Creo que esa es una particularidad del lector peruano, busca en su literatura señales de identidad, la respuesta al “qué somos”. Ahora sabe que también puede realizar esa búsqueda en la literatura fantástica, que no es un mero escapismo, como se creía en algún momento.

Ese también es un punto importante, la ciencia ficción era considerada hace unos años como un género menor, digamos,  pulp, de algunos freaks, de evasión; sin embargo, esto ha cambiado últimamente, creo que en parte por la caída de “los discursos oficiales” y su evidente fracaso. O sino también porque nuestra realidad parece estar invadida por elementos de lo fantástico. ¿Cree usted que la ciencia ficción es un instrumento válido de avance social, es decir de un mejor conocimiento de la realidad?

—Por supuesto que sí, no en vano se dice que la ciencia ficción es “literatura de ideas”. Creo que depende mucho de la sociedad en donde se produce y distribuye la ciencia ficción. En una sociedad optimista, que tiene fe en el futuro, la ciencia ficción tendrá una importancia real en cuanto literatura de ideas. En una sociedad subdesarrollada, pesimista, carente de fe en el futuro, la ciencia ficción será mera literatura de evasión, que nos distraería de lo “importante”. ¡Y resulta todo lo contrario! Por ejemplo, Lima de aquí a cien años de J. M. del Portillo, que se publicó nada menos que en 1843, ya anticipaba un país dividido, además de anticiparse a preguntar qué iba a ocurrir en el futuro con lo que en ese entonces se consideraba los remanentes de la cultura andina.

Claro que eso no quiere decir que el objetivo de escribir ciencia ficción (o cualquier rama de la literatura, fantástica o no) sea dar un “mensaje”. No olvidemos que se trata de narrativa, ficción, y como tal, no puede eludir la necesidad de ser “buena literatura” ante todo.

Antes mencionó a Abraham Valdelomar como un precursor de este género, e Ica se ha caracterizado por ser una ciudad llena de elementos y referentes fantásticos. Pienso que no es gratuito que el Conde de Lemos haya nacido y pasado su infancia aquí y sea, no es poco, uno de nuestros narradores fantásticos más importantes. ¿Cree que exista una relación entre la ciudad y el género?

—Ica siempre estuvo llena de leyendas, además de contar con ambiente evocador. La laguna de Huacachina y su sirena. Las brujas de Cachiche. Las leyendas sobre los milagros y prodigios del Padre Guatemala. Además, los vestigios arqueológicos Paracas (esas increíbles trepanaciones craneanas, las necrópolis subterráneas), las líneas de Nazca, la flota del señorío del Chinchaysuyo que, según los cronistas, habría llegado hasta Panamá… El desierto iqueño, bajo las estrellas, parece una noche árabe… 

Ahora bien, la misma ciudad, en la que residí hasta 1984, experimentó un cambio notable. En los setenta se llena de urbanizaciones, de construcciones modernas. El inmueble que ocupa el Banco de Crédito de la Plaza de Armas aún sigue siendo un edificio de arquitectura modernísima, hasta el terremoto reciente, tenía un edificio encima que contaba con un ascensor especial para vehículos. Mi secundaria en la GUE San Luis Gonzaga permitió a mi generación contar con laboratorios completísimos, además de talleres de formación laboral con tecnología de la época. No era pues una ciudad atrapada en el tiempo que solo vivía de sus recuerdos, creo que ese momento de modernización también influyó en mí como escritor de ciencia ficción.

Abraham Valdelomar, nuestro escritor del género fantástico más importante de nuestra región

—Pero Ica es una ciudad llamada hotspot por los ufólogos, esto quiere decir que aquí es frecuente los avistamientos, las abducciones y en fin, hay toda una subcultura relacionada con geoglifos, alienígenas ancestrales, petroglifos que explican teorías conspirativas. Y han venido, en ese sentido, varios investigadores leyendo este fenómeno. E Ica es una región básicamente árida, de inmensos desiertos, ¿cree que hay también alguna relación con esto?

—El problema es que muchas cosas que se vienen afirmando desde hace mucho tiempo carecen de evidencia. Junto a esa subcultura, está también el pensamiento crítico, el método científico. A veces, hay afirmaciones que se sustentan en contactos “que nadie más vio”, o en revelaciones telepáticas o sueños. Les comento una anécdota: hace unos años, vinieron unos reporteros de un canal sueco, Cobra Visión o algo así, a entrevistarme por algo que les llamaba la atención: era el único peruano de quien ellos tenían noticia que no creía que las líneas de Nazca fueron hechas por extraterrestres. Ellos se preguntaban si acá no teníamos arqueólogos o universidades donde se hicieran investigaciones o comprobaciones. 

Personalmente, me parece más enriquecedor conocer los alcances de esas culturas dentro de términos humanos. Por otra parte, puede ser que los desiertos inspiren alucinaciones o tentaciones mesiánicas, porqué no…

Lo decía también porque, como sabes, Daniel, la ciencia ficción está muy unido a lo alienígena, a las teorías conspirativas e incluso a formas de control y disciplinamiento como Wells o Huxley. Por ejemplo, Philip K Dick vivió en San Francisco, un lugar que desde los 50 en adelante era frecuentemente sospechoso de subversivo, de la contracultura, donde se experimentó con el LSD, un lugar observado por la CIA, en ese ambiente él recrea sus relatos y novelas. Aunque no es explícito, hay un ambiente de paranoia en la ciudad donde vivió. ¿Ica tuvo una importancia en ese nivel para usted? 

—Pero téngase en cuenta que Philip K. Dick escribía desde USA, un país que justo en esa década se convierte en la principal potencia mundial. Tienen la bomba atómica, planean ir a la Luna… Además, Dick padecía de alteraciones mentales, eso es un hecho. Por supuesto que se puede ficcionalizar sobre muchas cosas, a mí mismo me gustaba leer (y creía en) testimonios de contactados y avistamientos, publicados en ese entonces en la revista Lo Insólito. Pero a casi 50 años de esa época, ¿qué evidencia hay, qué hay de nuevo con los ovnis y los extraterrestres? Como elementos de ficción, todo es posible. Fuera de ese ámbito, sólo queda la especulación… o la investigación.

Philip K Dick, escritor estadounidense de ciencia ficción

A mí lo que me gusta justamente de Philip K Dick es que en los 60 y 70 ya sale de la ciencia ficción como puro entretenimiento y plantea algo que, claro, puede verse ahora como paranoia, ¿pero no estamos siendo observados y monitoreados constamente? ¿Un relato como Un ojo el cielo es un alucinado recuento de esto y no es el símbolo de las cámaras de vigilancia actuales? O ya después en Ubik como consciencias dormidas o de control después de la muerte. En fin, lo que quería decir es que justamente la ciencia ficción también toma la realidad actual, y yo noto que en su ficción tiene una interés por hacer, digamos, una relectura de los mitos andinos o de trabajar desde ese lado, ¿cómo nació este recurso? Ica es actualmente una ciudad mestiza y llena de inmigrantes de Apurímac, Ayacucho, Huancavelica, ¿es consciente de eso, fue adrede?

—En un principio, no fue adrede. En mi época escolar, recuerdo haber escrito algunos cuentos que leía a mis compañeros, historias llenas de tópicos de la ciencia ficción anglosajona. Cuando escribí Quipucamayoc, el que considero mi primer cuento “literario”, quise escribir una historia de ciencia ficción basada en la ciencia y tecnología que pudo desarrollarse de manera autóctona en el Perú prehispánico. En ese tiempo, diría que acaso fue una suerte de exotismo, pero dio lugar a un creciente interés en la historia de nuestro país, de nuestras culturas, y gracias a muchas lecturas sobre el tema, he encontrando cosas sorprendentes, muy desmitificadoras, que ponen en un lugar central a nuestras culturas como las de personas que se enfrentaron al reto de una geografía difícil (cordilleras abruptas, desiertos, carencia de animales de carga, un continente aislado), algo que los singulariza frente al resto del mundo. No es que conocían poco, sino que lograron mucho con más limitaciones que las que tuvieron egipcios, romanos y otros pueblos de la antigüedad.

Sobre el supuesto control que habría sobre nosotros, que ahora se materializa en el temor a las antenas transmisoras de señales de internet, supuestamente de tecnología 5G (que aún no existe en el Perú), me pregunto, no sin sorna, ¿para qué querrían controlarnos? No somos un gran mercado, ni una nación peligrosa. ¿Para quedarse con nuestros recursos? ¿Cuáles? 

Disciplinamiento. El control no es quedarse con nuestros “recursos”, creo que no que nos vendan cosas, sino nos venden a las cosas. Philip K Dick pensaba que el control de la mente, que es el control del lenguaje, es una forma de recurso “material” en disputa. Pero no quiero ser pesado con Dick, quiero decir que muchos narradores de ciencia ficción pensaron en regímenes totalitarios y el control de nuestras subjetividades. Por tus post en redes sociales veo que eres un seguidor de los avances tecnológicos y la ciencia en general, ¿por qué es importante la ciencia en nuestras vidas? Ahora que estamos en tiempos de fake news, de infodemias, ¿por qué es importante la ciencia, la información verificada y de qué modo esta alimenta y ayuda a la creación literaria, especialmente la ciencia ficción?

—Es que más que el control mental, diría que nuestros problemas más acuciantes son el desempleo y la erradicación de la pobreza. Las preocupaciones de Dick corresponden a sociedades que, al parecer, ya han superado estos problemas. La vida cotidiana de un europeo, un japonés o un estadounidense son ciencia ficción para un latinoamericano. Si realmente quisieran o pudieran controlarnos, no habría las caravanas de migrantes que intentan cruzar como sea la frontera para entrar a USA, se quedarían tranquilos en sus casas. 

Sobre la ciencia, quizá soy un poco pedante en insistir que sería mejor hablar de método científico. Cuando decimos “la ciencia”, parece que hablamos de una señora que se las sabe todas, de un conocimiento que “ya está dado” y que sólo resta memorizar. Nuestra sociedad no aplica el método científico, que es lo mismo que decir que solemos dar la espalda a la ciencia, siempre parece que nuestros contenidos y políticas educativas se orientan a criar buscavidas antes que ciudadanos del siglo XXI. Otros países usan la ciencia, ¿nosotros qué?

Esta relación problemática con el método científico que no usamos y la tecnología que no producimos es también fuente de inspiración para muchos relatos.

Un detalle que me parece importante, por la primera parte de tu respuesta anterior: ¿tenemos que seguir siendo muy peruanos, muy latinoamericanos, para seguir viendo el mundo y sus imaginarios o, por el contrario, debemos ser ambiciosos y mirarlo todo? Y, gracias por tu tiempo, Daniel, y para terminar: ¿qué le dirías a un iqueño joven y lector que tiene aspiraciones de convertirse en narrador? ¿Qué le recomendarías desde esta tierra mágica, fantástica y a la vez árida y estéril?

—Es que no podemos dejar de ser peruanos ni latinoamericanos. Pero eso no debe convertirse en una etiqueta que termine siendo limitante. Fíjense en este caso: hace unos años, un escritor peruano estaba presentando su libro ante un público europeo. El evento era un fracaso, todos estaban aburridos. Hasta que alguien le preguntó cómo era su relación con su gobierno. El escritor se inventó una persecución que no existía y mencionó que tenía un retrato del Che Guevara en su escritorio… el público prorrumpió en aplausos y le compraron todos sus libros. El mismo escritor se reía de esto, constatando que para ciertos públicos, los “escritores latinoamericanos” deben tener un discurso de los setenta. En ese sentido, considero que la ciencia ficción es rompedora, abre nuevos horizontes literarios y temáticos. Por supuesto que debemos ser ambiciosos… y creativos.

A un aspirante a narrador le diría que se deje de aspiraciones y se ponga a escribir. Ser escritor no es un título que otorgue una institución, nadie te puede decir nunca si ya estás listo o no para escribir. Ser escritor, en todos los tiempos y lugares, en el árido desierto o en la lluviosa selva tropical, es la relación entre una persona, un papel y un lápiz. O una computadora, si nos ponemos realistas y contemporáneos. Nada más se necesita para ser escritor o escritora. Eso, y muchas, muchas lecturas.